lunes, 22 de diciembre de 2014

Basta de hipocresía al exilio cubano




Hace escasos días, el 17 de diciembre de 2014 para ser preciso, el mundo se maravilló de escuchar una noticia que daba cuenta del mejoramiento sustancial de las relaciones internacionales entre los Estados Unidos de Norteamérica y la caribeña isla de Cuba. Eso inmediatamente llevó a muchos pesimistas a verlo como una simple oferta imposible concretarse, en una nación cuyos congresistas (norteamericanos) –con honrosas excepciones– apuntan a mantener congeladas esas relaciones entre ambas naciones.

La pregunta que salta a vista es ¿a qué le temen los Congresistas de mayoría opositora a régimen del Presidente Obama, Será acaso que piensan que su Presidente está en busca de la reelección mediante la captación del voto inmigrante latino? La respuesta es simple…sí, al parecer le temen a la reelección de Obama mediante esa vía. Pero más allá de ese modo de pensar de los congresistas de mayoría republicana –me apena decirlo– es el rastrero sentimiento de anti–patria que sostiene esa enorme población de exiliados cubanos y cubanas radicados pomposamente en el Estado de la Florida (donde incluso han levantado sus imperios comerciales o de servicio y así logran patrocinar a senadores y congresistas para endurecer las leyes migratorias para sus mismos hermanos, perjudicando con ello, al resto de latinoamericanos), a quienes de seguro les costó plata y persona –como decimos en Ecuador– el gozar de las mieles que les da el Congreso Norteamericano a cada cubano que desafíe a los hermanos Castro, al salir por balsa o aire desde la isla hasta Miami. Ahora Mr. Obama les acabó la fiestita.

Si señores, el Presidente Barack Obama les dijo basta con esa mentira del exilio, que aventaja a unos en detrimento de los pobres y muy pobres que se han quedado en la isla a soportarlo todo; y no es precisamente soportar al régimen de los Castro, claro que no; es soportar el EMBARGO por años de modo insufrible. Dicho de otra manera, el verdadero cubano(a) no salió de su isla y soportó el enorme peso del embargo y sus consecuencias letales, producto de una falta de sensibilidad de los congresistas y ciertos gobernantes títeres como los Reagan, los Bush o los Clinton.

Hoy, Barack Obama le corre el velo a esa hipocresía cubana del exilio, que sin temor a exagerar, vive bien y envía a casa (a Cuba) las sobras, las migajas a sus mismos parientes. Cuanta tristeza decirlo, pero eso es cierto.

Finalmente, lejos de concluir con este análisis, creo que la hermosa Isla de Cuba y su gente –Isla Española como la llamó Cristóbal Colon– se merece ese regalo y muchos otros incentivos más, como premio a esa capacidad de aguante, premio al temple de su gente residente en la Isla hasta estos días. Esta notable decisión de un Estadista de talla y estilo como Barack Obama, tal vez el segundo de los mejores presidentes que ha tenido la Unión después de Abraham Lincoln, lo posicionará como un firme candidato a un premio nobel no solo de la paz, sino de economía; porque ha dado consuelo y espacio a soñar en otra Cuba posible, grande y más fraternizada, libre de hipocresía entre sus hijos e hijas.